Revista nº 804

60 Fernando Leiva-Cepas 40 años después de Almá-Atá Actualidad Médica · Número 804 · Mayo/Agosto 2018 Páginas 59 a 60 va, cuando, realmente, quien tiene la capacidad de seguir de forma transversal al paciente es el profesional que tiene un contacto tan estrecho. Por ello, una AP de calidad no solo es responsabilidad del poder ejecutivo de cualquier Estado, sino también de los ciudadanos, quienes han de implicarse en demandar una AP acorde con las necesidades más imperantes de cada región: la prevención y el acceso al sistema sanitario universal, de ca- lidad y público como garante de una población sana en base a unas medidas sanitarias individuales y colectivas. Asimismo, se necesita que la AP sea considerada una especialidad mé- dica al mismo nivel que cualquier otra, por parte tanto de los profesionales de Atención Hospitalaria como de los profesio- nales de AP, de manera que se reconozcan ambos como fun- damentales, actúen según la medicina basada en la evidencia y generen conocimiento. Esta última parte es fundamental; en pocas disciplinas científicas existe un tamaño muestral tan elevado capaz de ser estudiado de forma analítica o descriptiva y cuyos resul- tados puedan ser devueltos al sistema de manera práctica- mente inmediata, lo que da lugar a unas posibilidades de traslación y transversalidad con las que pocas especialidades pueden competir. Para ello, las direcciones médicas han de entender que investigar no es una actividad que llena el ego del profesional y que se ha de realizar en el tiempo libre. Per- mitir conciliar asistencia clínica con investigación precisa de un estímulo que genere un acicate para un profesional que, tras una consulta de 50 pacientes al día, tiene poco margen para establecer hipótesis y contrastarlas. En tercer lugar, es necesario reestructurar la AP como eje vertebrador. Es notorio y a veces estridente el discurso de la AP como la más accesible, pero la escasez de medios, la sobrecarga en la demanda asistencial y la falta de previsión cronológica en las jubilaciones, en periodos vacacionales o de mayor afluencia impiden que esa “accesibilidad” dé res- puesta a las necesidades de la población, lo que lleva a la sa- turación de los servicios de urgencias y genera un sobrecoste que podría emplearse en menesteres más acuciantes. Por último, hay que visibilizar la docencia de la AP en las Universidades. Es notable que las Sociedades Médicas de AP pongan el grito en el cielo cuando se producen las incor- poraciones de los nuevos aspirantes del sistema MIR, en el que la Medicina Familiar y Comunitaria no goza de números de orden elevados. Si partimos de la premisa de que las rota- ciones en los Centros de Salud en la formación de pregrado son escasas, que la asignatura en los planes de estudio es optativa y que no es área común, es difícil generar un con- junto de profesores universitarios que se dediquen a ense- ñarla, y, por qué no decirlo, a investigar desde los centros universitarios en la materia. La renovación del profesorado de las facultades de Medicina en España es imperiosa, y se están dando pocas opciones de entrada a ellas con los cri- terios tan estrictos que las organizaciones de acreditación (ANECA, ACSA, etc.) aplican, difíciles de cumplir para quienes pasan su jornada laboral fuera de probetas y tablas de datos. De continuar así, tendremos médicos formados por personal muy capacitado en la investigación (pocos pueden competir) que nunca han estado a la cabecera del enfermo. Esta ne- cesidad también choca con la oposición, a veces frontal, de parte del profesorado, que considera la Medicina de Familia como una rama secundaria de la Medicina, quizás al servicio administrativo de mentes galenas más apegadas a la proteína transportadora del lípido o del trasplante de hígado. El futuro puede ser esperanzador. Las necesidades de la población en cuidados crónicos y la urgencia de implementar medidas preventivas y cercanas son una realidad cada vez más palpable. Las nuevas terapias farmacológicas, las tera- pias avanzadas que generarán nuevos resultados de salud y patología, deberán contar en el futuro con la Atención Prima- ria: han de tener en cuenta a los especialistas en personas.

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