Revista nº 807
López-María et al. Migraña crónica: patrón clínico y evolución Actualidad Médica · Número 807 · Mayo/Agosto 2019 Páginas 103 a 111 · 107 · El cese del abuso (detoxificación) tiene lugar previamente en los 32 pacientes con CAM y MC que mejoran (65,3% del total de pacientes con CAM y MC). DISCUSIÓN Existe una gran de evidencia sobre las diferencias de sexo en la prevalencia de la migraña, con proporciones entre mu- jeres y hombres que van de 2-3:1, y alcanza su punto máximo en la mediana edad. Gran parte de nuestros pacientes (87,7%) son mujeres. Se dispone de algunos datos sobre las diferen- cias de sexo en los síntomas asociados, la discapacidad y el deterioro relacionados con la cefalea y la utilización de recur- sos sanitarios en la migraña (Buse et al, 2013). Los estrógenos juegan un papel clave en esta variación epidemiológica. Las influencias hormonales (menarquia, uso de anticonceptivos orales, embarazo, perimenopausia y menopausia) tienen un impacto en la migraña y su patrón. En cuanto a la edad, el pico de máxima prevalencia de la migraña episódica (ME) se alcanza entre los 30-40 años de edad, mientras que en la migraña crónica (MC) se retrasa una década. Así lo vemos en los resultados, pues la mayoría de estos pacientes con migraña crónica tienen entre 40-50 años. Estudios de epide- miología muestran resultados similares con máxima prevalencia de migraña en torno a este rango de edad (Young et al, 2019). La cefalea generada por dolencias gástricas ya fue obser- vada por los estudiosos de medicina persa. Hoy en día, se de- muestra que los trastornos gastrointestinales tienen una alta comorbilidad con las migrañas; sin embargo, no se acepta una relación causal y las explicaciones fisiopatológicas de esta co- morbilidad son escasas (Talafi et al, 2019). Nuestros resultados muestran que el 16,7% presenta esta dolencia. Numerosos estudios han establecido que los trastornos del estado de ánimo son comórbidos con la migraña, con una frecuencia mayor a la que se esperaría por casualidad. En el caso de la depresión, podría existir una conexión biológica en- tre estos dos desórdenes, basándonos en la evidencia de que los neurotransmisores que se alteran en los trastornos depre- sivos son, en general, los mismos afectados en la cefalea. Por ejemplo, la depresión mayor estuvo presente en el 8,6- 47,9% de las personas con migraña en un estudio metanalítico (Antonaci et al, 2011); otro estudio encontró que los migraño- sos tienen 4 o 5 veces más probabilidad de sufrir un trastorno de ansiedad generalizada (Breslau et al, 1998). Así, el 33,8% de nuestros pacientes padecen síndrome ansioso-depresivo. Los trastornos del sueño se estudian con menos frecuen- cia entre comorbilidades de la migraña e incorporan una amplia gama de anomalías, como apnea del sueño, insomnio, trastor- nos del ritmo circadiano (es decir, sueño-vigilia) y trastornos del movimiento del sueño (Singh et al, 2013; Aguggia et al, 2011). Síntomas de estos trastornos, como el sueño insuficiente, el sueño perturbado, el sueño excesivo y los ciclos de sueño inconsistentes (p. ej., trabajo por turnos, estilo de vida), a me- nudo se reportan como desencadenantes de migraña, pero se necesita más investigación para considerarlos como comorbili- dad (Aguggia et al, 2011; Kelman et al, 2005; Zhu et al, 2013). Existe un solapamiento entre las vías involucradas en la mi- graña y en el sueño, sobre todo a nivel del tronco del encéfa- lo y diencéfalo. La adenosina, la melatonina y la orexina son péptidos involucrados en ambos procesos, de tal manera que es probable que la disfunción en uno de los sistemas aumen- te la probabilidad de producir también disfunción en el otro. Nuestro estudio muestra un 26,2% de pacientes con insomnio. Algunos cuadros dolorosos, por lo general musculoes- queléticos, son comórbidos con ciertas cefaleas, especialmen- te en edades jóvenes; el pronóstico de la cefalea es peor si existen dolores múltiples, y viceversa (El-Metwally et al, 2004). Figura 3. Efectividad tratamiento preventivo simple Figura 4. Efectividad tratamiento preventivo combinado Figura 5. Efectividad tratamiento preventivo
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