Revista nº 812

Santisteban-Espejo A. | Entre el sueño y la vivencia: el espacio del docente 115 Actual Med. 2021; 106(812): 113- 118 histología médica debería no obstante incor- porarse a los programas de formación de otras especialidades médicas. […] dicho conoci- miento será necesario para la construcción de los tejidos nuevos que habrán de sustituir te- rapéuticamente a los primeros, alterados por algún tipo de patología. […] La ingeniería ti- sular se nutre y se asienta en los conocimientos histológicos y recibe asimismo aportaciones de otras disciplinas fundamentales que ayudan al logro final del objetivo propuesto: la construc- ción de un nuevo tejido vivo y funcional capaz de sustituir con eficacia terapéutica al tejido original dañado.» 3 En última instancia, se trata de dirigir la educación hacia un fin. Ahora bien, el fin resuelve siempre un camino, otorga sentido y culmina una trayectoria previa. Aplicada esta noción de sentido y fin al mé- todo docente, por ejemplo, en el caso de la enseñan- za de la medicina: ¿no alcanza el estudiante su pleno desarrollo al observar el efecto benéfico de un tra- tamiento en la vida del paciente? ¿no ve, acaso, en el enfermo que sana, alcanzada la cima de su larga formación? Del mismo modo, podrían indicarse los fines docentes en los casos del estudiante de pintura, música y literatura, que adivinan en el cuadro, la par- titura y el libro los fines de su empresa artística. Tan es así, tan consustancial a la práctica educativa es la determinación de sus fines, que incluso en períodos de inestabilidad manifiesta debiera justificarse; más, tal vez, que en otros pretéritos y alejados de la presen- te situación de incertidumbre. Al centrar el foco en este ámbito, el del propósito de la enseñanza, sobreviene una interpretación simplis- ta. Trátese de evitar caer en ella, por mor de no fal- sear la realidad. En este sentido, resulta evidente el fin particular de cada materia; la arquitectura, enseñar el arte del diseño y la construcción de los espacios, monumentos y edificios; la economía; la administra- ción eficaz y razonable de los bienes; la psicología; el estudio de la mente y la conducta del animal. Pero una cosa es el fin particular, específico para cada dis- ciplina, y otra el fin docente, transversal y que para su alcance requiere, por definición, la interdisciplinarie- dad. El fin específico está dado en los objetivos gene- ral y secundarios del plan académico; por el contra- rio, el fin docente no aparece en el plan de estudios, no está dado allí, y no se presta, por consiguiente, a su reproducción anual o semestral. Su definición obe- dece a otros criterios: es fruto de la relación entre el alumnado y el docente; aparece, dentro del entrama- do burocrático cotidiano, como un punto de contacto, justo donde intersecan la vocación del enseñar y los propósitos o sueños del que aprende. Así expuesta, la 3 Campos Muñoz A. Nuevos retos de la docencia y la investigación en his- tología. Sociedad Mexicana de Histología; 2001., pp: 211-12. relación docente, se desarrolla como un ir y un venir ( back and forth ) que va desde la experiencia del claus- tro, conocedor de las posibilidades reales que el siste- ma educativo aporta (y que aquí llamaremos vivencias docentes ) y los propósitos que concibe el educando como realizables (y que aquí llamamos sueños ). Un tercer elemento, la sociedad, se interpone entre am- bos. Por lo pronto, el conjunto social espera una co- munión provechosa de la relación educando-sistema educativo; aguarda, con razón, progresos en la vida económica, política y, ahora más que nunca, sanita- ria; pero reclama, también, harto esperanzada, nuevas corrientes de pensamiento, mundos literarios y pro- puestas artísticas que permitan a la cultura continuar avanzando dentro del torrente de la historia. A modo de resumen, la Figura 1 representa, mediante un sen- cillo diagrama, este esquema de la relación entre el educando, el sistema educativo y la sociedad. Si ahondamos en la cuestión de los sueños, véase cómo, esta constituye un aspecto grave para el desarrollo de un país: me refiero con ello al hecho de los sueños a los que aspiran sus generaciones en formación. Bien pudiera su- ceder que no hallasen encaje las necesidades (económi- cas, culturales, sanitarias, políticas, etc.) de una sociedad y lo que sus jóvenes están dispuestos a ofrecer para ello. Frustrados, ante esta falta de acople entre sus ideales y la cotidiana realidad que impone el trabajo, observaríamos a estos individuos dilatarse durante largos períodos de formación, hipertrofiando su currículo y ensanchando, en fin, cada vez más, la distancia entre los sueños y las vivencias. Así, dejándose gobernar por la pasividad que resulta del fracaso constante, acabaríamos por observar a una juventud carente de horizonte, sin una propuesta de sentido que guíe su camino; y, desorientados, con- vendríamos en designar a estas personas como miem- bros de una “generación perdida”. ¡Pero qué desacierto! ¿Pues no será, acaso, que no construimos firme el suelo para transitar entre el sueño y la vivencia?. Nos encontramos, aquí, con el verdadero problema del docente, dificultad que le obliga a desarrollar su tarea, de manera constitutiva, en permanente tensión, oscilando entre dos polos que difícilmente tienden a la reunión: lo irreal de los sueños del educando y lo que de realizable tiene toda dimensión soñada. Pro- pongo definir el ámbito en el que se ponen en prácti- ca los métodos y estrategias pedagógicas orientados a esta reunión como espacios docentes . Conviene preci- sar que la disciplina encargada de estudiar esta mate- ria, es decir, de la definición y análisis de los espacios docentes, entendidos, no como las zonas físicas donde se desarrolla la acción pedagógica, sino como los ám- bitos adecuados hacia los que proyectar la enseñanza, constituye un campo de estudio, ni tan siquiera es- bozado. Habrá, pues, que dotar a esta disciplina, en

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