Revista nº 814

313 Actual Med. 2021; 106(814): 312- 314 Martín Garrido I, et al. | Epidemiologia Clínica y Medicina Interna multicéntrico “online”, abierto a todos los internistas andaluces, en donde se incluirán prospectivamente cada seis meses datos clínicos y nuestras biológicas de pacientes con esta enfermedad. El objetivo de este registro es caracterizar la historia natural del COVID persistente, identificar posibles biomarcadores, variantes genéticas del virus o polimorfismos del huésped que pudiesen condicionar su evolución y, también, registrar la respuesta a posibles tratamientos. En una segunda ponencia se abordó en el papel de los registros clínicos y su aplicación en el ámbito de la evaluación del riesgo vascular. Los registros de pacientes constituyen sistemas organizados que, mediante métodos de estudio observacionales, llevan a cabo recopilación, almacenamiento y análisis de datos en relación con una población definida por una enfermedad particular, condición o exposición, para evaluar resultados con propósitos científicos, clínicos y/o de políticas de salud pública (4). Suelen presentar unos criterios de inclusión amplios y proporcionan una visión sobre práctica clínica real en poblaciones amplias y representativas de pacientes (4, 5). Pueden usar fuentes de datos primarias (recopilados con fines directamente relacionados con el registro, lo que aumenta la probabilidad de integridad, validez y fiabilidad de los datos) o secundarias (por ejemplo, los registros electrónicos de salud utilizados para documentar y gestionar la atención de los pacientes en los sistemas de salud) (4). A diferencia de los ensayos clínicos aleatorizados, los registros suelen incluir poblaciones no seleccionadas, con datos de práctica real, y con ello suelen presentar una mayor generalizabilidad (validez externa), con resultados representativos de la población de estudio, y relevantes para la caracterización epidemiológica y la toma de decisiones por ejemplo en estrategias de salud (4, 5). Suelen ser de menor coste, permitir un seguimiento longitudinal prolongado y ser flexibles con un diseño dinámico que permite adaptar el estudio a cambios en el tiempo (4, 5). Por el contrario, los registros son más limitados para la investigación comparativa de resultados, la calidad de los datos es variable y los estándares múltiples (de ahí la importancia de utilizar diccionarios de datos estandarizados, por ejemplo para la definición de “endpoints” cardiovasculares (6, 7), y suelen presentan una menor validez interna que los ensayos clínicos por incluir pacientes más heterogéneos y estar más sujetos al posible efecto de variables de confusión (4-5). Los registros de pacientes son útiles, por ejemplo, para describir la historia natural de una enfermedad (observar la práctica clínica pero sin introducir ninguna intervención), incidencia, prevalencia, etiología y factores de riesgo; estudios de enfermedades raras o exposiciones/eventos raros; determinación de eficacia clínica y/o coste-efectividad; evaluar, medir o monitorizar la seguridad; evaluar la práctica clínica; medir la calidad y efectividad de la atención (p.ej . acceso a la salud y barreras para la atención); o la vigilancia de la salud pública y control de enfermedades, entre otros (4, 5). Ejemplos de grandes registros internacionales en riesgo vascular, en concreto relacionados con dislipemias e hipercolesterolemia familiar (HF), con implicaciones en salud pública, son los registros internacionales en HF homozigota (Homozygous Familial Hypercholesterolaemia International Clinical Collaborators, [HICC] como ejemplo de enfermedad rara)(8) y de HF heterozigota (Familial Hypercholesterolaemia Studies Collaboration [FHSC] como ejemplo de enfermedad prevalente en población general)(9). Los primeros resultados de ambos registros, liderados por un internista del Instituto de Biomedicina de Sevilla, han sido recientemente publicados en sendos artículos en Lancet (8, 9) y fueron presentados durante la ponencia. Como broche final de esta mesa redonda, en la ponencia “Pasado, presente y futuro: de las series de casos a las ómicas y el uso de datos masivos” se establecieron desde una perspectiva histórica los nuevos horizontes de la medicina clínica. El abordaje clínico, desarrollado por William Osler, se basaba en que la medicina debería centrarse en las peculiaridades de cada paciente. En 1992, el internista Canadiense Sackett, publicó uno de sus primeros trabajos sobre la Medicina Basada en la Evidencia (MBE), que estableció que las decisiones del médico deben atenerse a la evidencia existente a partir de los tipos de estudios desarrollados por la epidemiología (10). Se olvida así el concepto de individualidad, al considerar que lo bueno para otros también lo es para cada uno. Pero demasiados pacientes no respondían como se esperaba, con lo que la MBE se calificó como Medicina de Imprecisión (11). Con la secuenciación del genoma crecieron las expectativas de identificar las peculiaridades de cada paciente y desarrollar una Medicina Personalizada. No se contaba con que, además de las genómica, existían otras ómicas, como la transcriptómica, proteómica, metabolómica o ambientómica. Para abordar el manejo clínico bajo tal complejidad, se acuña el término de la Medicina de Precisión, presentado por Barak Obama, lo que supuso una vuelta al concepto de individualización. Pero para manejar tal masa de variables, los datos masivos o “big data”, se precisa recurrir a los nuevos sistemas computacionales, como es la inteligencia artificial (IA). Ésta, basada en algoritmos, imita la inteligencia humana transformando en conocimiento la información y permitiendo tomar las decisiones de un humano experto. Se inicia así la medicina del futuro, aprovechando unas posibilidades que cada vez se extienden mas a todas las ramas de la medicina, por su rapidez, ahorro de recursos y precisión. Sin duda la IA cada vez se empleará mas y mejor,

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