Suplemento II · Revista nº 814

El médico de familia frente a la pandemia por COVID-19 | Pérez Milena A Actual Med. 2021; 106(814). Supl2: 109- 117 112 S U P L E M E N T O C O V I D - 1 9 Este seguimiento ha permitido una valoración objeti- va de cada caso particular, estableciéndose un flujo de pacientes desde Atención Primaria hacia los servicios de urgencias del hospital en función del criterio obje- tivo del médico de familia y no de la subjetividad del enfermo. Así, se ha cuantificado que más de la mitad de los pacientes derivados desde los centros de salud al hospital fueron ingresados por empeoramiento de su cuadro clínico 7 . El médico de familia ha tenido que aceptar la incertidumbre como una de las características esenciales de su trabajo en el primer nivel de asistencia sanitaria ante el desconocimiento sobre muchos aspectos de la pandemia y la forma de actuación en la atención clínica. Ha sido precisa una actitud continua de aprendizaje y una postura pragmática para elegir los cursos de acción más razonables y útiles, incorporando precozmente los nuevos conocimientos que han ido surgiendo sobre el tema. La respuesta desde los centros de salud, siempre abiertos a la población, ha sido meritoria y por encima de las posibilidades reales, pero dificultada al mismo tiempo por una serie de problemas ajenos al trabajo de los médicos de familia 4,15 (tabla 1). Estos problemas han provocado que la atención continuada y la accesibilidad hayan dependido en muchas ocasiones más del voluntarismo de los profesionales que de las facilidades dadas a éstos para desempeñar sus tareas. Es más, al priorizar los refuerzos de los dispositivos hospitalarios, sobre todo Servicios de Urgencias y Unidades de Cuidados Intensivos, en detrimento de la inversión en Atención Primaria, se ha vuelto a privar de las inversiones necesarias al primer nivel del Sistema Sanitario, ya de por sí muy mermado previamente tanto de recursos humanos como materiales. Estas limitaciones han lastrado la labor del médico de familia y condicionado en muchas ocasiones un diagnóstico tardío de casos, una mala respuesta a los brotes iniciales en poblaciones concretas (como temporeros) o en actividades sociales (como el ocio nocturno o los eventos familiares), y el incumplimiento de las medidas de aislamiento 4 . Una amplia mayoría de las personas infectadas solo desarrollan desde síntomas leves respiratorios a un resfriado común. En Andalucía, algo menos de la mitad de los infectados no ha padecido síntoma al- guno 2 . Pese al buen pronóstico individual, estos pa- cientes suponen un serio problema de salud pública debido a la elevada capacidad de propagación del vi- rus, con una mediana de la tasa de contagio de 2 con- tactos (intervalo de 1 a 4) por caso diagnosticado 2,16 . La capacidad de contagio es muy variable: mien- tras muchos individuos infectados no transmiten el SARS-CoV-2 a nadie más, los datos epidemiológicos sugieren que una minoría de los casos índice pro- vocarían la mayoría de las infecciones secundarias 17 . La elevada tasa de ataque secundario ofrece también resultados variables, desde el 3% descrito en China hasta el 10,5% en EEUU, siendo superior en ambien- tes cerrados y/o con mucho contacto interpersonal como ocurre entre convivientes familiares, eventos sociales y centros sociosanitarios residenciales 17-19 . El contagio puede provocar el desarrollo de una neu- monía grave, sobre todo en personas pertenecien- tes a grupos de población vulnerable, que precisará soporte hospitalario al provocar, en muchos casos, una insuficiencia respiratoria aguda potencialmente letal 9 . La elevada contagiosidad y la letalidad pro- vocada por el COVID-19 hicieron que la OMS es- tableciera como objetivo prioritario el seguimiento de los contactos para reducir la infección humana y prevenir la transmisión secundaria 1 . Estas tareas son propias de la Atención Primaria mediante una aten- ción que interrelaciona los elementos de promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación, pasando de un objetivo de curación de la enfermedad a otro cen- trado en la prevención y el cuidado. Más de un mi- llón de casos sospechosos y contactos fueron valora- dos en la Atención Primaria en la primera ola de la pandemia, siendo en el 80-85% el ámbito asistencial donde el paciente fue atendido por primera vez 4,6 . Los médicos y enfermeros de familia han asumido plenamente el estudio de los contactos, tanto con la población general como en colectivos especiales como colegios y centros sociosanitarios. También se han estudiado los contactos pertenecientes a en- tidades privadas, pese a la indicación expresa de la Consejería de Salud sobre su obligada participación en esta labor. Casi el 90% de los contactos fueron estudiados y seguidos por profesionales de Atención Primaria en Andalucía durante la segunda ola 11 , pese a que los medios de comunicación difundían la pre- sencia de “rastreadores” no sanitarios que realizaban esta labor. La creación en octubre de 2020 del programa “ APEX Rastreo ” aportó una nueva herramienta que preten- día facilitar el trabajo colaborativo entre los ras- treadores de los dos centros externos creados y los profesionales sanitarios, aunque su implantación ha sido muy desigual en las diferentes zonas básicas de salud. Baste recordar cómo ha sido preciso que los Colegios Oficiales de Médicos hayan recurrido a mé- dicos jubilados para ayudar a las tareas de rastreo, a quienes hay que agradecer su labor desinteresada y altruista. Con más medios y mejor coordinación, el estudio de los contactos habría permitido la de- tección de casos asintomáticos causantes de trans- misión comunitaria silente. Sin embargo, el escaso refuerzo de las plantillas de los centros de salud y los servicios de Salud Pública y la contratación de empresas sin experiencia en la materia han podido enlentecer la implementación del rastreo de contac- tos 4 , dificultando el control efectivo de las sucesivas olas pandémicas. ESTUDIO Y SEGUIMIENTO DE LOS CONTACTOS ESTRECHOS

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