Revista nº 816

Enfermedad de Buerguer | Sánchez Galindo B 128 Actual Med.2022;107(816):125- 129 El diagnóstico de esta patología es por exclusión de otras causas que provoquen isquemia a nivel distal de las extremidades, como la enfermedad arterial periférica, la enfermedad embólica, la panarteritis nudosa clásica y la crioglobulinemia. No existe ninguna prueba de laboratorio ni exámenes complementarios específicos. Para poder llegar al diagnóstico es fundamental la sospecha clínica, siendo necesario para esto realizar una adecuada anamnesis y exploración física. Entre los exámenes deben de solicitarse marcadores de enfermedades hematológicas y autoinmunes (5). La arteriografía nos puede proporcionar hallazgos sugestivos, pero no patognomónicos, observándose alteraciones de la circulación en las extremidades, aunque no se encuentren aún comprometidas clínicamente, recomendándose arteriografía de las cuatro extremidades. Se observan arterial proximales normales con compromiso obstructivo de vasos infrapoplíteos y antebraquiales, sobre todo en los vasos digitales (5). En la angiografía los hallazgos pueden ayudar a orientar el diagnóstico, pero no son patognomónico. En la enfermedad de Buerguer se puede observar estenosis u oclusión segmentaria “en sacabocados”, vasoespasmo, oclusiones segmentarias distales de vasos de pequeño y formación de vasos colaterales dentro de la luz del vaso ocluido (signo de Matorell) (4). La enfermedad arterial periférica suele afectar a personas mayores de 70 años, siendo la mejor prueba para su diagnóstico el índice tobillo-brazo. El proceso patológico subyacente de esta enfermedad suele ser la enfermedad arteriosclerótica. En cuanto a la clínica, la claudicación intermitente suele ser el síntoma más precoz, apareciendo dolor tras la deambulación a nivel de miembros inferiores y cediendo el mismo tras el cese del ejercicio. En su tratamiento se recomienda el uso de ácido acetil salicílico a dosis de 75-100mg/día para reducir la mortalidad cardiovascular (7). La enfermedad embólica puede dar lugar a lesiones isquémicas distales, siendo más frecuente en pacientes ancianos con comorbilidades importantes, fundamentalmente cardiológicas, como la fibrilación auricular no coagulada. Para su diagnóstico cobra especial importancia la anamnesis y la exploración física, siendo necesaria la arteriografía aproximadamente el 10% según Plaza et al. (8). El tratamiento en estos casos es la embolectomía. La panarteritis nudosa es una vasculitis primaria autoinmune que afecta a los vasos de mediano calibre, cuando afecta a las extremidades pueden aparecer síntomas como la claudicación intermitente, el fenómeno de Raynaud, la gangrena periférica simétrica y la isquemia aguda. Además, en esta enfermedad la afectación de los nervios periféricos es frecuente, observándose en el 55 a 79% de los pacientes. En cuanto a los hallazgos angiográficos de esta patología, se detectan en el 40% al 90%, afectando sobre todo las arterias mesentéricas y renales, siendo el hallazgo más frecuente las lesiones arteriales oclusivas, aunque también se observaron lesiones aneurismáticas, siendo estas últimas específicas de la panarteritis nodosa (90%), pero su ausencia no descarta la enfermedad. En cuanto a su tratamiento se recomienda el uso inmediato de inmunosupresión (9). La crioglobulinemia es una vasculitis que se caracteriza por la afectación de vasos de pequeño y mediano calibre. Las manifestaciones clínicas de esta enfermedad pueden variar desde síntomas inespecíficos hasta afectación renal, neuropática, articular o cutánea. En esta patología las crioglobulinas precipitan de manera reversible a una temperatura inferior a 37º C y su presencia en sangre puede producir un proceso vasculítico sistémico. La crioglobulinemia se manifiesta con fiebre, mialgias, artralgias, afectación neurológica o renal, siendo excepcional que se presente como isquemia arterial aguda periférica con necrosis digital. Su diagnóstico se establece mediante la detección de crioglobulinas. Se trata con glucocorticoides e inmunosupresores y plasmaféresis cuando los anteriores resultan ineficaces (10). La base del tratamiento de la enfermedad de Buerguer consiste en el abandono del tabaco de manera definitiva, ya que se ha demostrado una asociación muy importante entre el excesivo consumo de tabaco y el desarrollo de la enfermedad, pudiendo llevar la persistencia del hábito tabáquico a la amputación del miembro (5). Además, la incidencia de las exacerbaciones puede reducirse a la mitad en los pacientes que abandonan el tabaco (2). En estos momentos el tratamiento de elección son las infusiones de prostaglandinas que consiguen aliviar el dolor, curar las lesiones y menor necesidad de amputaciones (2). Además, debemos de tener en cuenta que el tratamiento farmacológico mediante corticoides, calcio-antagonistas, vasodilatadores, anticoagulantes, AINES y opiáceos es generalmente inefectivo en esta enfermedad (5). Como conclusión, al tratarse de una enfermedad que requiere para su diagnóstico una alta sospecha clínica es fundamental realizar una completa anamnesis y exploración física. Por tanto, es importante una adecuada orientación diagnóstica para evitar la realización de múltiples pruebas complementarias innecesarias e implantar un tratamiento adecuado, siendo la medida fundamental el abandono del hábito tabáquico.

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