Revista nº 818

47 Díez García LF. | La Medicina Interna del pasado, presente y futuro Actual Med.2024;109(818):45- 49 un examen previo “justo y competitivo” y el apren- dizaje basado en la práctica y el trabajo supervisado con autonomía creciente. El sistema de formación MIR fue capaz de formar a generaciones de médicos que revolucionaron la medicina de nuestro país y sigue siendo uno de los elementos más reconocibles de la “marca España”. En el diseño del nuevo sistema de especialización médica en España se optó por un modelo que con- dicionó el desarrollo de las especialidades y de la Medicina Interna en las décadas siguientes. En EEUU y en los países del Norte de Europa, con al- gunas variantes, se diseñó un periodo de formación troncal de 2-3 años para las especialidades de un mismo tronco y un periodo específico posterior. Sin embargo, en España, los programas de forma- ción, promovidos desde Comisiones de las distintas especialidades, diseñaron un aprendizaje durante los dos o tres primeros años de rotaciones varia- bles por las secciones/ser vicios más afines con la especialidad en vez de promover un tronco de competencias común, que aunque se ha intentado implantar en años posteriores nunca se ha conse- guido. La consecuencia a largo plazo ha sido, ge- neralizando, que los especialistas españoles tienen escasas competencias básicas compartidas, se sien- ten especialistas solo de lo suyo y surgió un mo- delo de internista generalista, difícilmente trasla- dable y comparable al de los EEUU y los países del Norte de Europa. Todos los internistas españoles actuales somos herederos de este modelo diferen- ciado que, como no puede ser de otra manera, tie- ne puntos fuertes y también debilidades que han condicionado la posición de la Medicina Interna desde entonces y de cara al futuro. LA CRISIS DE LA MEDICINA INTERNA Como pasó en España en el siglo XIX con la pérdida de las últimas colonias, la separación y crecimiento imparable de las distintas “subespecialidades médi- cas” condujo a la Medicina Interna a un estado de melancolía y de crisis, especialmente en los grandes hospitales del país. En el último cuarto de siglo pa- sado la Medicina Interna perdió el liderazgo de los años previos; pasó a competir en recursos y desarro- llo, con desventaja, con el resto de especialidades, más brillantes a los ojos de las gerencias y de la so- ciedad; dejó de elegirse en los primeros puestos del MIR y los internistas más prominentes de entonces, como nuestros pensadores del 98, no dejaron de pre- guntarse qué nos había pasado y cuál era el papel de la Medicina Interna en ese escenario. Fueron años duros para la Medicina Interna cuya cartera de servi- cios se estaba limitando a los pacientes sin diagnós- tico claro de órgano al ingreso, con enfermedades sistémicas o infecciosas y a los pacientes que “recha- zaban otros especialistas”. PRIMERAS SEÑALES DEL “RESURGIMIENTO” En ese panorama de crisis y melancolía de la Medi- cina Interna se produjeron dos hechos que, en mi opinión, supusieron, el inicio del cambio. En la década de los 80 emergió una nueva enferme- dad infecciosa que afectaba y conducía a la muerte a prácticamente todos los pacientes infectados, que en nuestro país eran jóvenes y adictos a drogas en una mayoría de casos: el SIDA. La infección VIH fue la última pandemia del siglo XX y exigió adaptar nuestra estructura asistencial, dedicar abundantes recursos materiales y disponer de una generación de médicos que atendieran a los pacientes afectados. Fueron en la inmensa mayoría de casos jóvenes in- ternistas quienes dedicaron, con pasión, su desarro- llo profesional a la atención a los pacientes infecta- dos por esta enfermedad y demostraron, por primera vez, que el modelo de internista español permitía al país enfrentarse con éxito a una crisis sanitaria de gran envergadura al disponer de una “infantería de choque” de médicos especialistas generalistas capa- ces de abordar los nuevos retos en primera línea de un modo brillante. Muchos de los internistas de mi generación, estuvimos en esa batalla y nos sentimos orgullosos de ello. El segundo hecho importante fue la creación progre- siva de una red creciente de hospitales comarcales en nuestro país. En ese nuevo modelo de hospital, más cercano a los pacientes, el internista pasó a ser y a tener, como en las décadas previas, el papel prota- gonista y de liderazgo en la atención de los procesos médicos del adulto respecto al resto de especialistas médicos, más dedicados a la atención ambulatoria y las técnicas diagnósticas. Los internistas demostra- ron que trabajaban con calidad y eficiencia, y aún hoy siguen siendo los líderes de la atención médica en estos hospitales que atienden alrededor de 1/3 de la demanda asistencial de nuestro país. De nuevo, la apuesta por “el generalismo” que suponía la Medici- na Interna consiguió una respuesta brillante en esta nueva estructura asistencial. EL “RESURGIMIENTO” LLEGA CON EL CAMBIO DEL SIGLO El resurgimiento de la Medicina Interna comienza en los años previos y posteriores al cambio de siglo. Generalizando mucho el fenómeno se debió tanto a factores internos como a factores externos. El principal factor interno fue la salida del labe- rinto melancólico en que se encontraba la espe- cialidad (a pesar de éxitos contrastados como la atención del SIDA y en los hospitales comarcales) y el planteamiento de un nuevo desarrollo estra-

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