Revista nº 818

Eduardo García Solá | Girón Irueste FM, et al. 56 Actual Med.2024;109(818):50- 62 Contribuyó eficazmente a su labor el disponer de un laboratorio, que andando el tiempo usaría para reali- zar determinaciones microbiológicas, tal como recoge en el mérito aducido para obtener el traslado a la cáte- dra de Histología : “Ídem de una colección de prepara- ciones de microbios” lo cual nos indica sin duda una intensa actividad en la materia. Según sus familiares, recibió para el mismo uno de los primeros autoclaves que llegaron a la Universidad, lo que dio origen a una de sus más sabrosas anécdotas. (41) También se hizo cargo del primer proyector de imágenes para ser usa- do en sus clases. No debemos ignorar el paralelismo existente entre la obra microbiológica de García Solá y la de su con- temporáneo Ramón y Cajal. Ambos fueron histólo- gos y compartieron su afición a las doctrinas micro- biológicas, como figura en el curriculum aportado por el segundo para el traslado de cátedra. (42) En el vemos que consigna: “Estudios sobre el microbio vírgula del cólera y las inoculaciones profilácticas”. Con respecto a España, deberemos mencionar como la figura más prominente en este tiempo al genial Antonio Mendoza (43), quién en los años ochenta realizaba en su laboratorio del hospital de San Juan de Dios de Madrid una serie de importantes expe- riencias sobre microorganismos y, lo que es mejor, las daba a conocer a cuantas personas lo deseaban. Así nos lo indica el propio Federico Olóriz Aguilera (1855-1912), por entonces un asistente habitual a sus sesiones. (44) Es posible que la apuesta definitiva de García Solá so- bre la microbiología y su papel en determinar las cau- sas del enfermar, lo tengamos en su colaboración en 1885 en la edición del libro de Edward Emanuel Klein (1844-1925). Como es conocido, Klein fue un histólo- go y microbiólogo inglés, que en el mismo año vio su obra traducida al francés y también al castellano por Rafael Ulecia y Cardona, con un prólogo y anotacio- nes de García Solá. (45) Encuadrada dentro de la denominada “Medicina de Laboratorio”, junto con la mentalidad fisiopatoló- gica, el objetivo primordial de la mentalidad etio- patológica, como se ha indicado, era determinar la causa de la enfermedad, fuese esta de origen tóxi- co, biológico o genético. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX va cristalizando la idea de que un gran número de enfermedades, las que hoy de- nominamos infecciosas, tienen como origen un ser vivo, normalmente microscópico. Esta concepción llegará a su máximo, a partir de 1870, tras la obra de dos grandes figuras: Louis Pasteur (1822-1895) y Robert Koch (1843-1910). La realidad es que, a pesar de que, empíricamente, se sabía que los mi- croorganismos productores de enfermedad existían, lo mostraban las experiencias de Ignaz Semmelweis (1818-1875) y Joseph Lister (1827-1912), quienes, administrando desinfectantes, hacían descender enormemente las cifras de mortalidad de parturien- tas y operados, pero no sería hasta mucho tiempo después, cuando el microscopio hubiese alcanzado la resolución necesaria y las técnicas de tinción se perfeccionasen, cuando se consiguieran evidenciar muchos de los gérmenes y su relación con cada en- fermedad. (46) Los estudios de Robert Koch sobre el cólera, con su consecuencia inmediata del descubrimiento del vi- brión colérico en Egipto, en 1882, tuvo su inmediata repercusión para García Solá, quien realiza primero un trabajo de 1884 sobre el germen, que tituló “La cuestión bactericida y el bacilo colerígeno” (47) y más tarde realizó un importante estudio acerca de la vacunación de Jaime Ferrán y Clúa (1851-1929) en la huerta valenciana. La cosa sucedió como sigue: la Diputación granadina, alarmada por la difusión del cólera en el Levante, le comisionó para que acudiese al foco de la epidemia e informase a su vuelta. Sin duda, era generalmente considerado en toda Grana- da como la persona con más preparación en el tema. Otras entidades del país habían solicitado informes al respecto: por ejemplo, la ciudad de Barcelona en- cargó a una serie de académicos un informe sobre la memoria titulada: “Estudios del cólera de 1884” de Ferrán. Lo firman Carreras, Bertran, Giné, Roig y Bo- fil, Soler y Rodríguez Méndez y aparecerá a principios de 1885. (48) Producto de su estudio de campo en la zona levanti- na fue el amplio dictamen remitido a la Diputación, titulado “El cólera en Valencia y la vacunación anti- colérica”. (49) Ahí se describe la vacunación empren- dida por Ferrán, pero duda si era conveniente usarla, puesto que no conocía su contenido, ya que su pro- motor se negó en todo tiempo a revelarlo. Además, publica un artículo en la revista médica de la Grana- da del momento: “Observaciones sobre el vírgula en la provincia de Valencia”. Eso sí, recomendó hervir el agua de la bebida, pues estaba claro que su pro- pagación era por el medio hídrico. De todos modos, en Granada tan solo se movilizó a toda la clase mé- dica ante la magnitud del desastre y se mantuvieron vigentes las drásticas, inútiles y obsoletas medidas como eran la quema de enseres de los pacientes colé- ricos fallecidos. Federico Olóriz Aguilera recoge en su Diario las vicisitudes de su estancia en Granada en ese verano de 1885, y su actividad forzada ante la epidemia, hecho que estuvo a punto de costarle la vida. (50) A partir de ese año se van a suceder una profusión de escritos de García Solá sobre tema microbioló- gico e inmunitario, sin duda producto de sus tra- bajos de investigación: gonococo; microbios pató- genos; rabia; con una larga controversia incluida entre Rodríguez Méndez y García Solá; inmunidad; lepra -aspecto al que había dedicado una gran obra su colega Benito Hernando Espinosa (1846-1916) (51) antes de marchar a Madrid; tétanos; estudio de hongos; generalidades sobre los microbios y su clasificación; función fagocitaria de los linfocitos, etc. (52)

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