Revista nº 819

La revolución de la longevidad. Características | Marín Carmona JM. 120 Actual Med.2024;109(819):118-121 años. Para el año 2050 (2) se espera que en nues- tro país el 50% de las personas mayores tengan más de 80 años. La importancia del fenómeno radica en que en estas edades aumentan las situaciones de pluripatología, polifarmacia, síndromes geriátricos y situaciones de dependencia. Procesos patológicos que eran de manejo especia- lizado geriátrico cada vez más suponen una parte importante de la demanda asistencial que recibe el sistema sanitario público. Repasaremos brevemente los más frecuentes. El síndrome de fragilidad es un síndrome geriátri- co multifactorial, complejo, donde los procesos que acompañan al envejecimiento (inflamación crónica de bajo grado, inmunitarios, nutricionales, estrés oxidati- vos, etc.), la comorbilidad, la sarcopenia, etc. interac- túan generando una disminución de la capacidad de reserva, de la adaptación al estrés y del mantenimiento de la homeostásis 5,8. El fenotipo de fragilidad de L. Fried la define en función de la pérdida de peso, dismi- nución de energía y resistencia, de la fuerza prensora y enlentecimiento de la velocidad de la marcha. La im- portancia del síndrome radica en que se correlaciona con un aumento de la morbilidad física y cognitiva, in- munosenescencia, y riesgo aumentado de dependencia y muerte. Puede ser detectado mediante cuestionarios fáciles de aplicar (Frail, Short Physical Battery Perfor- mance, por ejemplo), prevenido y tratado mediante in- tervenciones multicomponente en las que el ejercicio, la nutrición, la estimulación cognitiva y las relaciones sociales ocupan un papel fundamental (8). La pandemia de enfermedades crónicas está clara- mente ligada al envejecimiento. Tienden a aumentar al iniciar el último tercio de la vida en todos los ma- míferos. Esto lleva a algunos autores a plantear una nueva aproximación global a la cronicidad poniendo el foco en los factores que condicionan el envejeci- miento (senescencia celular, acortamiento de telóme- ros, inflamaging, estrés oxidativo, etc.) , junto a los aspectos concretos de cada enfermedad (8). La pluripatología y polifarmacia son muy frecuentes en las personas mayores, máxime en mujeres por en- cima de los 80 años. La polifarmacia se relaciona con la aparición de síndromes geriátricos (caídas, mal- nutrición, delirium, etc.) (8). El establecimiento de prioridades y objetivos razonables, pactados con el paciente y la persona cuidadora, deben guiar la pres- cripción farmacológica. Los síndromes geriátricos son frecuentes en las per- sonas mayores frágiles y dependientes (caídas, deli- rium, deterioro cognitivo, incontinencia urinaria, etc.), comparten factores de riesgo interactuando si- nérgicamente sobre un sustrato predispuesto por la fragilidad y el envejecimiento (10). Requieren de una valoración geriátrica integral, que se aproxime a los problemas y capacidades físicas, psicológicas y cogni- tivas, funcionales y sociofamiliares de la persona para establecer un plan de atención integral, intervención y seguimiento (8,10). El término edadismo hace referencia a la discrimina- ción por la edad (11). Está alimentado por estereo- tipos negativos y falsos sobre el envejecimiento, que repercuten tanto a nivel individual como social, y por prácticas discriminatorias. Entre ellas llama especial- mente la atención la habitual exclusión por la edad avanzada o por situaciones de fragilidad, dependen- cia, síndromes geriátricos, etc. de ensayos clínicos farmacológicos de las personas en esa situación. Lo grave y paradójico es que esas personas, con frecuen- cia, serán los principales receptores de esos productos de cuyos ensayos se les excluye. El envejecimiento no es un problema. El problema es no envejecer. Envejecer es un reto y una oportu- nidad. No es un fenómeno episódico puntual. Forma parte de todo el curso de la vida, lo que da la opor- tunidad de modelarlo, a nivel individual y social. El objetivo del envejecimiento saludable (5) (funcio- nalmente independientes) dependerá de la interac- ción de nuestra capacidad intrínseca y el entorno. La capacidad intrínseca está en relación con aspectos genéticos (16-20%) y, sobre todo, con nuestras ca- racterísticas personales y de salud a lo largo de nues- tra vida. Un entorno amigable, accesible, protésico, puede compensar pérdidas puntuales o crónicas de capacidad intrínseca y mantener la capacidad fun- cional. La tecnología está comenzando un papel fun- damental de apoyo, también en estas circunstancias. Los sistemas de Salud Pública deben adaptarse al fe- nómeno de la longevidad y los retos que determina. La Organización Mundial de la Salud en su informe Envejecimiento y Salud (OMS, 2015) (5) establecía un lema al respecto “Más de lo mismo no es suficiente”. Los objetivos pasan por la promoción de la salud y la prevención de enfermedades crónicas cuando la capacidad intrínseca sea alta y estable, la detección y manejo de situaciones de fragilidad y cronicidad para prevenir la dependencia, y en las situaciones y personas donde esta esté presente, garantizar cuida- dos de calidad, de base comunitaria, centrados en la persona y sus deseos. Frente al modelo mayoritario actual de atención compartimentada, centrada en la enfermedad o un órgano, reactivo, centrado en el hos- pital, se demandan cuidados integrales e integrados, que primen aspectos de promoción de la salud y pre- vención, de atención centrada en la persona, de base comunitaria, con un papel reforzado de los equipos de Atención Primaria y el apoyo de Atención Especiali- zada, con un papel informado y partícipe en la toma de decisiones de la persona. El papel de la Geriatría es clave en la atención de las personas más frágiles y de- pendientes tanto en el hospital como en Residencias, en los equipos multidisciplinares donde las personas frágiles o dependientes sean atendidas (oncogeriatría, ortogeriatría, cardiogeriatría, geriatría periquirúrgi- ca, etc.) y en el apoyo a los equipos de Atención Pri- maria y Residencias.

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