Suplemento Revista nº 790 - page 35

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SUPLEMENTO
original
Actual. Med.
2013; 98: (790). Supl. 35-48
Compromiso por la salud
Granada, un reino de mil años
brevivieron dos: Federico (1879), el mayor, que fue catedrático de
la Universidad de Granada durante la primera mitad del siglo pa-
sado, casado con María Prieto Ledesma y que no tuvieron hijos, y
Teresa (1893), la menor, casada con el oftalmólogo extremeño Luis
González Calderón de la Barca, y que fue, a la postre, la que daría
a Olóriz su descendencia, que hoy llega hasta los trastataranietos.
Sus otros hijos se llamaron: José, Ricardo, Gracia y Emilia. De la
vida de este matrimonio en Granada sabemos poco. A principios
de 1885 escribe en uno de sus diarios “Mis dos primeros años de
casados vivimos en Boquerón 38, la casa de mis suegros” (2). Gra-
cia debió ser una joven guapa, ya que la llamaban, según su biznie-
ta Mª Ángeles González Olóriz, “la perla del Boquerón”.
Federico Olóriz Aguilera, 1896.
En 1883 consigue por unanimidad la cátedra de Anatomía
Descriptiva y General de Madrid. Su sueldo, entonces, sería de
4.000 pesetas anuales. Permaneció al frente de la misma durante
veintiocho años y compatibilizaría la tarea universitaria, siempre
muy reconocida por sus alumnos y compañeros, con una labor
asistencial con enfermos privados.
Federico Olóriz muere en Madrid el 28 de febrero de 1912
de un proceso canceroso, posiblemente de origen prostático y con
metástasis intestinales y óseas. Tenía al fallecer únicamente 56
años y unos meses.
OLÓRIZ, ANTROPóLOGO
En la frontera de los siglos XIX y XX, la investigación ana-
tómica empezaba un cierto declive, mientras que emergían con
fuerza ciencias como la Embriología, la Histología, la Fisiología u
otras, como la Antropología. De esta opinión participaron varios
anatómicos de aquella época; ya Santiago Ramón y Cajal en una
carta dirigida a Federico Olóriz desde su cátedra de Anatomía de
Valencia, en 1886, confirma este mismo criterio. Él llevaba tiempo
dedicado a la Histología y Olóriz escogerá la Antropología, aunque
nunca abandonaría del todo la Anatomía, en sus publicaciones y
en su docencia. Como muestra de las primeras, las más destacas
fueron:
Nuevo compendio de Anatomía descriptiva
, junto a Calleja,
y en 1890, un excelente
Manual de Técnica Anatómica
, con mu-
chos años de vigencia. Y de la calidad y entrega de su magisterio
anatómico, dan idea los elogios ofrecidos por compañeros, como
Gómez Ocaña y Ramón y Cajal que diría años más tarde
que era
el maestro por excelencia
; y alumnos como Marañón, Pio Baroja
o Leonardo de la Peña, primer catedrático de urología de España,
que diría sobre él en su ingreso en la Real Academia deMedicina en
octubre de 1927 lo siguiente: …
fue un sapientísimo anatómico, un
investigador admirable, un orador elocuente, un eminente maestro
y un arquetipo de cualidades morales relevantes, desde el punto de
vista de la rectitud, la honradez, la justicia y la modestia
(3).
Con Olóriz se consolidan los estudios antropológicos en
nuestro país, en todas sus vertientes. Sus trabajos iniciales fueron
sobre cráneos humanos y serían publicados en 1884 en la
Gaceta
Médica de Granada.
Luego pasaría a realizar miles de anotacio-
nes antropométricas de cualquier índole, escritas en tablas muy
ordenadas y que le llevaron a publicaciones de prestigio. El mate-
rial procedía de colegios, hospitales, academias militares, centros
de reclutamiento e instituciones penitenciarias.
Su obra más difundida en este ámbito es la
Distribución Geo-
gráfica del Índice Cefálico en España
de 1894, obtenido tras la me-
dición de 8.368 varones adultos. En él concluye que la población
española es muy homogénea, pues no existen diferencias aprecia-
bles en dicho índice entre las distintas regiones. Tras su publicación,
fueron muchas las felicitaciones de los más relevantes científicos
europeos de la época, como Ranke, Zuckerkland, Waldeyer o Ber-
tillon, etc. y fue admitido en las principales sociedades científicas
de Antropología. Incluso, la Société d´Antropologie de París le con-
cedió el prestigioso Premio Godard, en competencia con otros im-
portantes antropólogos.
La conocida
Expedición Antropológica a Las Alpujarras,
realiza-
da en el verano de ese mismo año (1894), le llevó a iniciar trabajos
en Antropología Social. Comenzó el 7 de agosto por Lanjarón, y reco-
rrió sucesivamente: Órgiva, Cáñar, Bayacas, Carataunas, Soportújar,
Capileira, Bubión, Pampaneira, Pitres, Mecina Fondales, Ferreirola,
Pórtugos, Busquístar, Trevélez, Bérchules, Jubiles, Cadiar, Narila, Me-
cina Bombaron, Yegen, Válor y Nechite, terminando su recorrido en
Ugíjar el 17 de septiembre. Olóriz no publicó ningún resultado de la
misma. Sin embrago, cien años después, un grupo de estudiosos del
tema editaron el diario y notas de Olóriz de la expedición (4).
Para el discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de
Medicina, titulado
La Talla Humana en España
, Olóriz reunió una
serie de observaciones realizadas sobre 8.098 casos procedentes
de toda España, entre ellos 200 cadáveres de la Facultad de Me-
dicina de Madrid. En él indica que la media de la talla es 1,64 m.
explicando las distintas causas de esa baja talla. Anecdóticamen-
te podemos decir, tras el estudio antropológico de sus restos, que
estaba por debajo de esa medida, pues su altura era de 1,60 m. Y
finalmente, en enero de 1911, inauguraba el curso de esta misma
institución –el último de su vida- con un discurso titulado
Morfo-
logía Socialística o Morfología exterior del hombre aplicada a las
ciencias sociales
en el que hace una síntesis muy completa de todo
lo que fue su pensamiento antropológico.
Además, fundó en la Facultad de Medicina el Laboratorio de
Antropología, modélico en su tiempo, que llegó a tener más de
2.000 cráneos humanos, convenientemente filiados y que todavía
se conservan.
OLÓRIZ Y EL PROBLEMA DE LA IDENTIFICACIÓN
En diciembre de 1886, tres años después de su llegada a
Madrid, y a propuesta del Ministerio de la Gobernación, Federico
Olóriz es nombrado vocal del Consejo Penitenciario para ocupar
la vacante de D. Gabriel Rodríguez. Éste había sido creado unos
años antes “con el fin de velar e intervenir en la fiel y correcta
aplicación del régimen penitenciario, establecido en el Código
Penal”. Pensamos que hubo una razón para este nombramiento.
Olóriz llevaba desde 1884 utilizando a los presos de las cárceles
madrileñas, primero El Saladero y después la Cárcel Modelo, para
realizar sus mediciones antropométricas con continuas visitas a
sus instalaciones, tal como leemos reiteradamente en su Diario
personal de este año. Por tanto, no debía de ser un desconocido
en las instancias penitenciarias, amén de su categoría como cate-
drático de Anatomía de San Carlos.
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