Suplemento Revista nº 790 - page 38

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original
SUPLEMENTO
Actual. Med.
2013; 98: (790). Supl. 38-48
Compromiso por la salud
Granada, un reino de mil años
actual presidente, el Dr. Javier de Teresa.
Así surgió el de Granada y otros varios colegios que, con
posterioridad, a principios del siglo XX, iniciaron una etapa en la
que gozaron de plena autonomía, hasta que llegó la Guerra Civil y
la dictadura volvió a recuperar las competencias de los colegios.
Volvió a poner y quitar presidentes, normalmente militares, hasta
que la llegada de la democracia y la nueva Constitución Española
estableció de nuevo la estructura democrática en los colegios y la
colegiación obligatoria, con las escasas excepciones que introdu-
jeron posteriormente algunas comunidades autónomas al afron-
tar competencias sanitarias pero que, con el tiempo, han tenido
que dar marcha atrás ante las sentencias contundentes del Tribu-
nal Constitucional.
Los colegios profesionales han sido y son corporaciones de
derecho público, encargadas del control y regulación del ejercicio
de la profesión, independientemente del ámbito donde se ejer-
za, ya sea público o privado. Su principal objetivo no es otro que
velar para que el ejercicio profesional se realice con las garantías
necesarias para la correcta atención al ciudadano. Y, precisamen-
te, la colegiación universal surge del interés general y social que
de ella se deriva.
Los colegios son instrumentos para crear inteligencia ética,
clínica y profesional y tanto el Consejo General de Colegios Ofi-
ciales de Médicos, los Consejos Autonómicos y los Colegios pro-
vinciales que constituyen la Organización Médica Colegial, son
autoridades competentes en el control deontológico de la pro-
fesión y en la habilitación e idoneidad profesional. La Validación
Periódica de la Colegiación es un paso más en ese compromiso de
las corporaciones para garantizar que el médico reúne y mantie-
ne los estándares para ejercer como médico y, por tanto, son los
responsables de analizar, evaluar, reconocer y certificar su idonei-
dad profesional. Y los médicos tenemos el deber de formarnos
permanentemente porque, como decía Gregorio Marañón, “ser
médico es no cansarse nunca de estudiar y tener todos los días la
humildad de aprender una nueva lección de cada día”.
Ahora, afrontamos una nueva encrucijada ante el Antepro-
yecto de Ley de Colegios y Servicios Profesionales que, con más
luces que sombras, regula por fin la colegiación obligatoria de los
profesionales sanitarios, despejando así la incertidumbre de los
colegios que han afrontado durante años el control y la regula-
ción de la profesión sin la referencia de un marco común.
Pero la tutela Administrativa vuelve a aparecer en la pe-
numbra, retrotrayéndonos a otras épocas que todos quisiéramos
olvidar y que supone una serie de amenazas sobre la autonomía
e independencia en el ejercicio de las potestades que tienen los
colegios, concediendo a la Administración la potestad de disol-
ver las Juntas de Gobierno o incorporar a un representante de
la propia Administración competente del órgano sancionador del
Colegio. Es decir, parece que volvemos a la época en la que el
Gobernador Civil ponía y quitaba presidentes.
Hay que dejar bien claro que los colegios son institucio-
nes independientes que se financian al margen de las Adminis-
traciones, con las cuotas de los propios colegiados y, por tanto,
cualquier exceso en la tutela o control administrativo sobre la
organización, actuación y funcionamiento de los colegios puede
quebrar las reglas de autonomía y la garantía institucional de los
mismos. Porque las funciones de los colegios son inherente a los
propios colegios. No son potestades delegadas, ni encomendadas
por la Administración, sino atribuidas a los colegios por la propia
Ley, lo que acredita la verdadera autonomía de los colegios en el
ejercicio, desarrollo y desempeño de dichas potestades públicas
administrativas. Otra cosa muy distinta es que tenemos que regir-
nos por la transparencia y normas de Buen Gobierno que garanti-
cen la confianza en estas instituciones.
Porque, solo así, los que estamos al frente de las corpora-
ciones conseguiremos que todos y cada uno de los médicos a los
que institucionalmente representamos sientan orgullo de perte-
nencia a su Colegio, a su Organización y que todos los Presidentes
de las corporaciones médicas se sientan identificados y represen-
tados por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos y
por la Organización Médica Colegial.
Estoy convencido de que esta nueva etapa será la del afian-
zamiento e impulso definitivo de nuestras corporaciones y tendrán
un reconocimiento basado en la autoridad clínica y competente
que nos corresponde por derecho y no solo en base a delegaciones
ó encomiendas graciables y necesariamente pasajeras.
Para lograrlo, lo que necesitamos son liderazgos compar-
tidos, grupos de alto rendimiento donde cada cual haga lo que
corresponde y todos tengamos un compromiso común, pero
también hagamos un análisis crítico, una evaluación y una leal
exigencia como corresponde al espacio ético y democrático de
responsabilidades profesionales y directivas, muy comprometido
con lo profesional, con lo sanitario y con lo social.
Pero también somos hijos de nuestra época, de la sociedad
en la que vivimos y, por tanto, nada de lo que nos afecta a la
sociedad, a los médicos, a la medicina y a la salud está al margen
de las condiciones económicas, culturales, tecnológicas, políticas
y sociales. Por ello, uno de los principales compromisos que te-
nemos los médicos en estos tiempos de crisis es preservar el pa-
trimonio cultural y humano de la medicina que se concreta espe-
cialmente en el Sistema Nacional de Salud, para seguir atendien-
do las necesidades de salud de ciudadanos aunque no tengan
recursos para afrontarlas. Porque el SNS es, en este momento, un
elemento indiscutible de cohesión social basado en las señas de
identidad de nuestro modelo asistencial equitativo, universal, de
calidad y financiado mediante impuestos, que permite atender a
todos por igual.
Los médicos estamos comprometidos con este sistema de
excelencia, construido con los sólidos cimientos de atención sani-
taria pública –Atención Primaria, Hospital General y las Unidades
de Alta Especialización- y no podemos ni debemos abandonar
estos cimientos a su suerte, ni dejarlos en manos del mercado o
negarles instrumentos de buen gobierno y gestión porque sería
una apuesta muy arriesgada para los intereses ciudadanos, para
los intereses profesionales y para los valores a defender en el pe-
riodo de crisis en el que nos encontramos.
El horizonte no muestra muchos claros tras la tormenta de
recortes de los últimos años. Pero los hay y, si no los hubiera, es
preciso buscarlos, crearlos, inventarlos y, sobre todo exigirlos. En
la profesión médica tiene que surgir la voluntad de transformar
la realidad, el deseo vehemente de no estarnos quietos esperan-
do que el deterioro solucione los problemas. Porque, como decía
Charles Darwin “quien sobrevive no es el más fuerte, ni el más
inteligente, sino el que el que mejor se adapta a los cambios”.
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