Suplemento Revista nº 790 - page 11

11
SUPLEMENTO
original
Actual. Med.
2013; 98: (790). Supl. 11-48
Compromiso por la salud
Granada, un reino de mil años
cidas al árabe en Bagdad, Basora, Alejandría o Gundisapur, y ya
en el siglo X se había difundido por el mundo islámico. Comen-
zará entonces una febril actividad por parte de los sabios, que
sintetizan, adicionan y depuran los escritos, dando lugar a una
serie de pilares sobre los que se asienta la medicina que pervivirá
en la Granada nazarí hasta el siglo XV. Y me refiero a Ḥunayn Ibn
Isḥāq, Razes, Avicena y Haly Abbas, entre los orientales y Abulca-
sis, Avenzoar y Averroes, ente los andalusíes.
Quiero señalar que tuvo una cierta ventaja para los granadi-
nos, y es que la “Medicina Escolástica” precisará que estas obras
cumbres fuesen traducidas del árabe al latín, como requisito
indispensable para servir de textos básicos, mientras que a los
médicos granadinos esto les era completamente superfluo, pues
les bastaba con leerlo en árabe. Aunque en detrimento suyo sa-
bemos que seguramente no conocieron la elaboración posterior
realizada en las universidades europeas de los siglos XII al XIV.
Esta medicina mantiene de forma inconmovible las mismas
bases sobre las que fue cimentada en el siglo V a. C: la doctrina
humoral. En efecto, y muy sucintamente, estaban la “cosas na-
turales” que era los cuatro humores, sangre, que representa al
elemento aire, caliente y húmedo, bilis amarilla, caliente y seco,
como el fuego; flema, fría y húmeda como el agua y bilis negra,
fría y seca, al igual que la tierra. Sobre esto se establecen las cons-
tituciones: equilibrada, sanguínea, biliar amarilla, flemática y de
bilis negra, en las que en las cuatro últimas predomina el humor
de su nombre. Existen un calor y una humedad naturales, con los
que se nace, que se acrecientan con los alimentos y que van dis-
minuyendo con la edad, hasta desaparecer con la muerte.
Los distintos órganos realizan sus funciones gracias a las
fuerzas que le son propias, atractiva o retentiva, etc. y se rigen por
medio de los espíritus o
pneumas
, como el psíquico, que marcha
por los nervios, que están huecos. La sangre se origina en el híga-
do, a partir de los alimentos que han sufrido la primera digestión
en el estómago. No circula, solo se mueve por las venas y arterias
de forma centrífuga, acabando en los huesos, músculos y órganos
para darles nutrimento. Los pulmones aportan aire al ventrículo
izquierdo, y allí se junta y vivifica la sangre que ha llegado por
medio de las venas y que llena el ventrículo derecho. Y es que el
corazón galénico tiene una peculiaridad y es la presencia de una
comunicación interventricular, por medio de unos finos agujeros,
que permiten la mezcla de sangre y aire en el ventrículo izquier-
do, antes de ser repartida por el organismo.
La Patología descansa sobre las enfermedades que ocurren
por corrupción o sobreabundancia de uno o varios humores; por
alteración de los órganos, bien sea en su número o su ubicación;
o por solución de continuidad, caso de una fractura. Empírica-
mente, a las enfermedades se les adjudicaba un grado de calor o
frialdad, y sequedad o humedad. A esto había que añadir la pre-
disposición a padecerlas dependiendo de dos factores: la cons-
titución del paciente y la estación del año. Así, un paciente de
constitución sanguínea, caliente y húmeda, durante la primavera,
considerada también caliente y húmeda, era propenso a contraer
una fiebre, en la que la cualidad dominante era el calor.
Teniendo esto en cuenta, la prevención, contenida en los
tratados de “conservación de la salud” tenía como máxima com-
pensar las debilidades del paciente mediante las llamadas “seis
cosas necesarias”: aire y ambiente, comida y bebida, sueño y vigi-
lia, ejercicio y descanso, excreciones y retenciones y movimientos
del ánimo. Eso significaba que el paciente del ejemplo anterior,
bilioso amarillo, durante la primavera, debiese que habitar en un
clima suave, con la puerta orientada hacia el Norte; dormiría mu-
cho, pues el sueño enfría el cuerpo; haría poco ejercicio pues este
calienta y diariamente acudiría a los baños, pues el agua comu-
nica frialdad, pero tampoco de forma excesiva, pues entonces la
humedad del agua aumentaría su mayor humedad propia.
En cuanto a la terapéutica, hay que indicar que, básicamen-
te, ésta descansaba sobre la práctica de la sangría, puesto que
la evacuación sanguínea acarreaba la salida del humor corrupto
o desbordado. Como complemento, se usaban, por un lado, las
cosas necesarias empleadas en la prevención, redoblando los cui-
dados y haciendo hincapié en ellos. Por otro, los alimentos medi-
camentos, considerados grado uno de calor o frialdad, humedad
o o sequedad, y que causan la menor alteración en el organismo.
A esto siguen los medicamentos vegetales, con grados dos y tres,
que ya causan una mayor alteración y que hay que manejarlos
con cuidado. Por último, con grado cuatro y produciendo una
gran alteración en el organismo, estaban los minerales, la mayo-
ría de ellos considerados venenos y por tanto usados con mucha
prevención. Resultaba, por tanto, sencillo, el enfrentar una enfer-
medad con un grado de calor o sequedad determinado, con un
medicamento simple, o bien con varios medicamentos, caso de
los compuestos, con las características opuestas, pero siempre en
el mismo grado.
La cirugía, caso de ser precisa, era el último y nada deseado
recurso, y solo se empleaba cuando no habían surtido efecto las
medidas dietéticas y farmacológicas empleadas hasta el momen-
to. La presencia de, por ejemplo, una catarata, exigía su depre-
sión, pero solo se hacía si habían fracasado las medidas anterio-
res. Hay que decir aquí que la cirugía no estaba en manos de los
médicos, sino de los artesanos quirúrgicos, que desempeñaban
su labor generalmente en los mercados, y que carecían de los co-
nocimientos adecuados, puesto que su formación dejaba mucho
que desear. Contra esto se rebelará Abulcasis, y en su libro inten-
tará que, o bien aquellos reciban una buena formación, o sean los
médicos los que practiquen las intervenciones.
En cuanto al tratamiento de alienados, prácticamente no
existe. Se les recluye y eso tiene que ser suficiente. A los que se
entiende que no van a causar problemas, la única posibilidad es
mantenerlos en un lugar tranquilo, con pocos estímulos que les
irriten. En algunos hospitales del Oriente musulmán se describe
el uso de la música con fines terapéuticos. No nos consta que esto
se hiciese en el
Māristān
. Los pacientes más peligrosos se recluían
en pequeñas celdas, para controlarles mejor, y se les mantenía
sujetos a la pared con cadenas, para evitar que pudiesen hacer
daño a sus cuidadores o al resto de los pacientes.
En el Reino de Granada destacarán una serie de figuras im-
portantes, que muy probablemente constituyen y representan
el último bastión de la Medicina Árabe. La más temprana de to-
das ellas, muere a mediados el siglo XIII, es el malagueño Ibn al-
Bayṭār. Sin duda poseyó una buena formación en farmacología,
su principal campo de actuación, pues dedica una de sus obras a
comentar
La Materia Médica
de Dioscórides. Y tiene varios escri-
tos sobre plantas medicinales; el más importante es el
Libro que
recopila los alimentos y medicamentos simples
. En él multiplica
por tres el número de medicamentos ofrecidos por Dioscórides,
producto de sus lecturas de autores andalusíes, especialmente
interesados en el tema, como sucede con el toledano Ibn Wāfid,
del siglo XI, o del nacido en Denia Abū Salt Umayya, que vive en el
XII. Pero también incluye sus propias experiencias herborizando
por lo que queda de al-Andalus y por el Norte de África. En los
tiempos finales del Reino sabemos de la existencia de otro autor,
al-Arbulī, quizás de menor entidad, que debió nacer en Arboleas
(Almería) y que fue autor de un
Tratado sobre los alimentos
. Este
resulta poco original, pues se basa mayoritariamente en una obra
de igual nombre del sevillano Avenzoar.
Sobre lo que podríamos calificar Medicina Interna, destacan
la figuras de Ibn al-Jaṭīb e Ibn al-Saqūrī, de Loja y Segura de la
Sierra, Jaén, respectivamente. Ellos tienen, entre otros, sendos
libros sobre las distintas enfermedades, ordenadas de la cabeza a
los pies. La del primero se titula
Libro de la práctica de la medicina
para el que lo desee
, escrito que su propio autor versificará para
que resulte más fácil su aprendizaje por los alumnos, a modo de
los grandes maestros: recordemos el
Poema de la medicina
de
Avicena. De al- Saqūrī procede el
Tratado de medicina del cuerpo
humano de la cabeza al pie
. Y tiene también una obra de titulo
delicioso:
Libro del regalo del que busca y reposo del que medita
.
Ambos son autores de un escrito sobre la peste negra de 1349.
Sobre el mismo tema escribe igualmente Ibn Jātima, de Almería.
Por su parte, Ibn al-Jaṭīb compuso un tratado de higiene pri-
vada, titulado
Libro de la conservación de la salud en las diversas
estaciones.
Es sin duda una de las obras más completas sobre el
tema preventivo en el mundo medieval hispánico, superando, con
mucho, al
Libro de la conservación de la salud
de Pedro Hispano,
al
Libro de régimen de salud para los reyes de Aragón
de Arnau
1...,2,3,4,5,6,7,8,9,10 12,13,14,15,16,17,18,19,20,21,...48