Suplemento Revista nº 790 - page 24

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original
SUPLEMENTO
Actual. Med.
2013; 98: (790). Supl. 24-48
Compromiso por la salud
Granada, un reino de mil años
en la ciudad, biblioteca y locales destinados a la administración del
centro. Todo un lujo, si se comparaba con el anterior. Y que debería
bastar durante mucho tiempo, hasta que en 1944 se inaugurase
la actual Facultad, la quinta, situada en la Avenida de Madrid. (4)
Figura 2. Salón de Actos de la cuarta Facultad de Medicina de
Granada (Calle Rector López-Argüeta) adosada al Hospital de San
Juan de Dios
Conscientes los profesores de que la situación de controver-
sia no era la idónea para la enseñanza, las disputas eran estériles,
porque la Diputación ni cedía más camas, ni mejoraba las instala-
ciones del Centro, pues carecía de los fondos necesarios para ello,
comenzaron desde temprano a cimentar sus esperanzas de mejo-
ra en la construcción de un hospital propio, un “Clínico”. En prin-
cipio pensaron ubicado en los terrenos de la denominada “Huerta
de San Juan de Dios”, contigua al Hospital, realizando gestiones
periódicas que alimentaron sus esperanzas, pero que no darían
fruto alguno hasta mediados del siglo XX, con la inauguración del
Hospital Clínico de la Universidad de Granada en 1952.
La verdad era que el estado de todas las clínicas del hospital
de San Juan de Dios era penoso. La Junta de Clínicas, creada en
1889, unificaba las reclamaciones de los profesores que a diario
acudían al Centro. Y es que se trataba de un edificio que contaba
ya con varias centurias en su estructura y sobre todo los tejados,
por los que se filtraba el agua de modo inmisericorde. La venti-
lación no era la adecuada y no había modo alguno de calentarlo
en invierno y el calor en verano era enorme. Las salas estaban de
ordinario atestadas, no permitiendo de ordinario que las camas
estuviesen separadas unas de otras el espacio generalmente esti-
pulado. No se observaba, en general, criterio alguno para ingresar
a los enfermos en una u otra sala, atendiendo solo al espacio dis-
ponible. La alimentación era deplorable, e insuficiente, por lo es-
caso de los presupuestos, y porque los hurtos de comida por parte
del personal subalterno eran diarios. Los medicamentos eran de
mala calidad, etc.
Pese a todo lo indicado, el Hospital era muy importante para
Granada. Los pacientes sin recursos veían en él una tabla de sal-
vación. Y concurren enfermos de toda su provincia, y aun de las
limítrofes, a los que ordinariamente se rechazaba por problemas
administrativos. Pues el Centro significa cobijo, alimentación, y
cuidados médicos que intentaban solucionar sus problemas, cosa
que se consigue dentro de un orden. Pero es que, además, el Hos-
pital va a servir de soporte para la consolidación en Granada de las
tres mentalidades descritas por Laín Entralgo, que configuran el
siglo XIX, y que constituyen la base de la medicina actual: Anato-
moclínica, Fisiopatológica y Etiopatológica, según fundamenten el
diagnóstico en la lesión; la alteración de las funciones, con espe-
cial atención a la fiebre; o las causas de la enfermedad: detección
de procesos de envenenamiento o los gérmenes productores de la
enfermedad. Pongo a continuación algunos ejemplos.
El primer paradigma en el tiempo es el anatomoclínico. La
figura que traigo aquí a colación es la de Eduardo García Solá, ca-
tedrático primero de Patología General en 1872 y de Histología y
Anatomía Patológica en 1887. Discípulo del gran Maestre de San
Juan, que significó la consolidación de la Histología y la Anatomía
Patólogica en nuestro país, constituyó un gabinete histoquímico
en el Hospital de San Juan de Dios y fue autor de un fundamental
Tratado de Patología General y Anatomía Patológica
que vio la luz
en 1874 y reeditado en numerosas ocasiones.
El segundo, el denominado fisiopatológico, podemos repre-
sentarlo en Antonio María Alonso Navas, profesor de auxiliar de
Higiene y Fisiología, que desempeñó en el Hospital, en 1870, una
enseñanza gratuita sobre el aparato genito urinario. Había publi-
cado el año anterior, 1869, en la
Gaceta Médica de Granada
, un
trabajo que titula “de la termometría aplicada al diagnóstico de
las enfermedades febriles”. El termómetro se convierte, pues, en
un auxiliar imprescindible para el médico, al igual que ya lo era en
otros lugares de Europa, tras el gran trabajo realizado sobre termo-
metría por Karl Wunderlich, publicado en Alemania un año antes.
El tercero, el etiopatológico, también puedo ejemplificarlo
en Eduardo García Sola. Su estudio del cólera morbo asiático, de-
clarado en el levante español en 1885, debe ser considerado mo-
délico. En efecto, comisionado por la Diputación granadina, acude
a los lugares donde se ya ha asentado la epidemia: asiste a las
inoculaciones de la controvertida vacuna de Jaime Ferrán, y ana-
liza los resultados; realiza sus propias observaciones y finalmente
redacta el citado informe, cuyas conclusiones, de haber sido teni-
das en cuenta, hubiesen seguramente impedido la enorme mor-
tandad que siguió solo unos meses después. Federico Olóriz, es-
pectador ocasional de la misma, estaba casualmente ese verano en
Granada, tras su marcha a Madrid dos años antes como catedrático
de Anatomía, atiende cuantos enfermos puede, se contagia, y está a
punto de perecer, como le sucede a tres o cuatro familiares directos
suyos. Los estudios sobre la antisepsia llevados a cabo en el Hospital
por José Godoy Rico, catedrático de Anatomía Quirúrgica, Apósitos y
Vendajes desde 1878 a 1895, y publicados en forma de informe a la
Diputación en 1887, merecen también ser citados aquí.
En el Hospital desarrollaron su actividad algunas figuras de
la denominada por José María López Piñero como “generación
intermedia”, precursora de la de “sabios” que incluye a Ramón y
Cajal, Amalio Gimeno, Federico Olóriz, José Gómez Ocaña, José
Ribera, etc. Los tres últimos tuvieron como campo de aprendizaje
el Hospital granadino, pues cursaron sus carreras en la Facultad de
Medicina de Granada. Sobre aquella generación, citaré tan solo a
tres: Juan Creus y Manso, catedrático de Patología y Clínica Qui-
rúrgica en la Facultad de Granada desde 1854 hasta 1877, fecha
en la que pasa a la de igual denominación de Madrid. Desarrolló
en el quirófano de San Juan de Dios muy importantes y novedo-
sas intervenciones, de las que nos dan idea sus publicaciones. Por
su parte, Benito Hernando Espinosa, catedrático de Terapéutica
Médica en Granada desde 1872 a 1887, fecha en la que marcha
a Madrid, fue profesor de Dermatología, y autor del libro
De la
lepra en Granada
, aparecido en 1881. Dicha obra hizo converger
en la muy modesta, científicamente hablando, ciudad de Granada,
para estudiar la enfermedad, a varias figuras de la medicina del
momento, uno de ellos, Rudolf Virchow. José Pareja Garrido, ca-
tedrático de Cirugía y más tarde, de Dermatología, su discípulo, se
ocuparía de manera amplia estudiando de forma casi monográfica
una enfermedad social enormemente extendida en la época, la
sífilis, utilizando para ello los enfermos de las clínicadel Hospital
de San Juan de Dios.
REFERENCIAS
1. Gómez Moreno González Manuel,
Guía de Granada
, Granada,
Universidad de Granada e Instituto Gómez Moreno, 1982
2. García Monlleó F.J. Girón Irueste F. Los hermanos de San Juan de
Dios y su colaboración con el Ejército Español (siglos XVI a XIX)
Revista de
Medicina Militar
, 60 (1): 2004, 49-57
3. Laborde Vallverdú Agustín,
Notas para la biografía de un hospi-
tal
. Granada. Diputación Provincial de Granada. 1977
4. Olagüe de Ros Guillermo
Sobre sólida roca fundada. Ciento veinte
años de labor docente, asistencial e investigadora en la Facultad de Medi-
cina de Granada
(1857-1976). Granada, Universidad, 2001.
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