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            Antonio Campos Muñoz
          
        
        
          
            EduardoDeRobertis. En el centenariode sunacimiento (1913-2013)
          
        
        
          copio electrónico que se instala en su universidad (1) (Figura 1).
        
        
          Desde dicha Universidad Eduardo De Robertis ha ejercido el lide-
        
        
          razgo en microscopia electrónica en toda Iberoamérica formando
        
        
          a numerosos microscopistas electrónicos y desarrollando en este
        
        
          campo una investigación científica de primera magnitud.
        
        
          El libro que Eduardo De Robertis, Victor Nowinski y Fran-
        
        
          cisco Sáez publicaron por vez primera en 1946 con el título de
        
        
          “Citología General” y que luego, con el nombre de “Biología Celu-
        
        
          lar” en 1965 y con el de “Biología Celular y Molecular” a partir de
        
        
          1981, ha venido sucesivamente publicándose hasta nuestros días,
        
        
          constituye un libro clásico en el panorama editorial de las ciencias
        
        
          biomédicas y de la salud (10) (Figura 3 ).
        
        
          
            Figura 3. Primera edición del libro Citología General  de la Edito-
          
        
        
          
            rial Ateneo en 1946
          
        
        
          A sus numerosas ediciones y reediciones en español hay
        
        
          que añadir, desde su primera traducción al inglés en 1948, un im-
        
        
          portante número de ediciones realizadas en lenguas extranjeras
        
        
          como el portugués, el italiano, el japonés, el ruso, el polaco, el
        
        
          húngaro, etc.. El libro, El “De Robertis” como popularmente se
        
        
          conoce, se ha convertido por ello en un verdadero símbolo de lo
        
        
          que la citología y la biología celular representa como fuente y sus-
        
        
          trato de conocimiento para la medicina y la salud en la segunda
        
        
          mitad del siglo XX y en estos primeros años del siglo XXI.
        
        
          El éxito del libro tiene su origen en la clara intuición que
        
        
          tuvo Eduardo de Robertis para percibir el cambio de paradigma
        
        
          que aconteció en la citología a comienzo de los años cuarenta del
        
        
          pasado siglo y a la acertada planificación pedagógica que aplicó
        
        
          para conectar los viejos saberes clásicos con las nuevas ideas que
        
        
          comenzaban a nacer en aquella época.
        
        
          En los años cuarenta, efectivamente, emerge la nueva mi-
        
        
          croscopía electrónica a la que con anterioridad he hecho referen-
        
        
          cia y surge y se desarrolla la histoquímica y la inmunohistoquími-
        
        
          ca. Gomori y Takamatsu localizan la fosfatasa alcalina en cortes
        
        
          de tejido y Coons demuestra que la mayoría de las sustancias pre-
        
        
          sentes en los cortes histológicos podían actuar como antígenos y,
        
        
          por tanto, ser localizadas por inmunotinciones con el correspon-
        
        
          diente anticuerpo (11) (12) (13). Los avances bioquímicos y gené-
        
        
          ticos en la década que precede a la aparición del libro son asimis-
        
        
          mo muy significativos. La gran novedad y originalidad del libro,
        
        
          absolutamente pionero, es precisamente su orientación, esto es
        
        
          la convergencia en la célula por un lado de un conocimiento mor-
        
        
          fológico-estructural renovado por la microscopia electrónica y,
        
        
          por otro, de un conocimiento bioquímico-funcional y genético al
        
        
          que la histoquímica, la inmunohistoquimica y la experimentación
        
        
          aportan el dinamismo del que carece la mera descripción histo-
        
        
          lógica. La colaboración de De Robertis con el genetista Francisco
        
        
          Alberto Sáez y con el bioquímico Wiktor Nowinski hizo posible
        
        
          que el libro lograra el objetivo propuesto y se convirtiera en pro-
        
        
          totipo y modelo de todos los libros de Biología celular que a partir
        
        
          de ese momento se han publicado.
        
        
          La nueva visión que tiene De Robertis sobre el cambio de
        
        
          paradigma que vive la citología al comienzo de los años cuarenta,
        
        
          y en el que está el origen del libro, lo relata el propio De Robertis
        
        
          al comentar la respuesta que recibió de Don Pio del Rio Horte-
        
        
          ga tras una conferencia en la que el joven investigador argentino
        
        
          expuso sus resultados tras aplicar algunas de las nuevas técnicas
        
        
          que había aprendido en su primera estancia americana.. Don Pio,
        
        
          le indico que de haber fijado con formol las imágenes hubieran
        
        
          sido más bellas. La concepción que sobre la histología tenia Don
        
        
          Pio –discípulo de Cajal y descubridor de la Ologodendroglia y la
        
        
          microglia - distaba ya mucho de la de De Robertis, que al buscar
        
        
          más la correlación morfofuncional que la belleza de las imágenes
        
        
          microscópicas, apuntaba ya hacia una concepción de la histología
        
        
          más propia de la segunda mitad del siglo XX.
        
        
          La vida y la obra de Eduardo De Robertis son sin duda fruto
        
        
          de una gran pasión puesta al servicio de la ciencia, de la univer-
        
        
          sidad y de su propio País en la estela ya señalada por Bernardo
        
        
          Houssay. Una pasión servida por una voluntad firme para lo-
        
        
          grar las distintas metas científicas que se propuso acompañada,
        
        
          a su vez, por una gran independencia de criterio al margen de
        
        
          cualquier posible beneficio. Su voluntad de investigar a pleni-
        
        
          tud mientras era un simple estudiante, su voluntad y ambición
        
        
          de aprender allí donde el saber estuviera y su voluntad de bus-
        
        
          carlo e impulsarlo al máximo nivel en los distintos lugares en los
        
        
          que ejerció su labor, hacen de Eduardo de Robertis un modelo
        
        
          de científico a imitar y promover. Su independencia de criterio
        
        
          frente al poder o a los convencionalismos como su renuncia por
        
        
          la destitución política del profesor Manuel Varela, su renuncia a
        
        
          una posición profesional estable y segura en los Estados Unidos o
        
        
          el valor y la decisión de asumir, al margen de cualquier convenien-
        
        
          cia, la relación que mantuvo con la gran poeta Juana de Ibarbou-
        
        
          rou, veinte años mayor que él, durante su estancia en Uruguay
        
        
          (14), hacen de la figura de Eduardo de Robertis un prototipo de
        
        
          hombre libre y autónomo que, con independencia de la mayor o
        
        
          menor sintonia que cada uno pueda tener sobre sus decisiones,
        
        
          es de justicia reconocer y valorar.
        
        
          Un día de 1972, cuando estudiaba medicina en la Facultad
        
        
          de Medicina de Cádiz, el profesor Eduardo De Robertis apareció
        
        
          en nuestra vieja aula, acompañado de nuestro profesor de His-
        
        
          tología. Serio y sintético en su discurso nos dirigió unas palabras
        
        
          y nos formuló unas preguntas a las que atenazados por la sor-
        
        
          presa –su visita no estaba anunciada- no supimos responder. Al
        
        
          terminar la misma y despedir el acto el profesor de histología nos
        
        
          anunció proféticamente que, con el paso de los años, cuando sus
        
        
          enseñanzas ya estuviesen superadas y olvidadas, lo único impor-
        
        
          tante que recordaríamos de aquel curso sería la sorprendente vi-
        
        
          sita del Profesor De Robertis. Han pasado más de cuarenta años
        
        
          y aun tengo en mi retina la imagen de aquella fugaz e inesperada
        
        
          visita y el recuerdo de motivación y estímulo que suscitó en mi..
        
        
          En el centenario de su nacimiento tengo la esperanza de
        
        
          que la lectura de los acontecimientos y las reflexiones que, sobre
        
        
          la vida y la obra de Eduardo de Robertis, se relatan en este artí-
        
        
          culo, pueda alentar, en las nuevas generaciones de estudiantes y
        
        
          médicos de España y América, el mismo impulso de motivación y